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Body | Durante tres años, hizo todo lo posible por complacer a su marido, pero él la torturó con locura, creyendo que en el pasado ella lo había seducido deliberadamente y lo había separado del amor verdadero. Ya no queriendo sacrificarse sola, se fue desesperada, mientras el hombre se volvía loco. Había descubierto que, en los días importantes, Nochebuena, San Valentín e incluso el cumpleaños de Joelle, Rebecca estaba con Adrian Miller, su supuesto esposo, quien se había ausentado de todos esos días durante los últimos tres años. Esas alegres narraciones sobre su vida con su novio fueron más que suficientes para hundirla en la tristeza. "¿Lo ven? Él siempre guarda para mí la parte más jugosa de una sandía". "Incluso cuando llega tarde a casa, siempre me trae algo". "¡Y miren esta sorpresa! Recogió de la iglesia un amuleto de bendición para mí". ...... El nombre de usuario era "Cuenta Regresiva Hacia la Muerte", la única cuenta a la que Joelle seguía. Justo cuando reflexionaba sobre el siniestro nombre, la puerta del baño se abrió. En la habitación poco iluminada apareció Adrian. Gotas de agua caían de su cabello. A pesar de la tenue iluminación, sus atractivos rasgos permanecían intactos. Joelle cerró instintivamente su celular y le dio una mirada reflexiva. Hacía mucho tiempo desde la última vez que lo vio. Esa noche él no estaba ahí por decisión propia. Su abuela, Irene Miller, estaba enferma y, como quería un bisnieto con desesperación, lo obligó a regresar. De lo contrario, tal vez nunca hubiera venido. Durante sus tres años de matrimonio, Adrian pasaba la mayor parte del tiempo en Villas Oak, por lo que rara vez estaba en casa. Todos sabían que en realidad no amaba a Joelle. Estaba atrapada en un matrimonio por conveniencia. "Solo te voy a dar una oportunidad. El destino dirá si quedas e**arazada o no", declaró Adrian con una voz resonante. ¿Qué quería decir? Antes de que Joelle pudiera seguir pensando, Adrian la agarró del tobillo y la atrajo hacia él. Joelle palideció ante su crueldad, su cuerpo se tensó de miedo. "¡Adrian! Basta, no quiero...". Empezó a luchar frenéticamente. Era una completa humillación verse obligada a vivir en esa situación con el hombre que amaba. Adrian hizo una mueca de desprecio. "Te atreviste a diseño una vez, así que debiste haberlo visto venir. Solo aguántalo". Ante esas duras palabras, los ojos de Joelle se llenaron de lágrimas y sus pestañas bailaron como mariposas heridas. Mirando su rostro severo, dijo con voz temblorosa: "Las cosas no fueron lo que imaginabas..." Pero sus protestas fueron interrumpidas. Su resistencia se desvaneció a medida que la desesperación se apoderaba de ella. "Has aprendido que hacerte la difícil es mucho más interesante que quedarse tirada como un pez muerto", comentó con rencor. Después de ducharse, se marchó sin mirar atrás, como si no quisiera quedarse más tiempo ahí. Joelle no entendía qué papel tenía en su vida. ¿Solo era un juguete para su placer? ¿O una herramienta para cumplir las expectativas de su familia de tener un heredero? La ventana estaba completamente abierta, por lo que entraba un gélido y cortante viento. A Joelle se le erizaron los pelos de la nuca y se arropó más con su manta. No solo temblaba de frío, sino que sentía su corazón desgarrado, ahora no conocía en absoluto al hombre que había adorado durante casi ocho años. Tres años atrás, en un lujoso banquete organizado por la familia Miller, Joelle bebió demasiado. Cuando se despertó, en la con Adrian. Antes de que pudiera asimilar lo que estaba pasando, su hermano y varios miembros de su familia irrumpieron. Ya no podía revertir lo sucedido. La abuela de Adrian tomó las riendas y organizó su matrimonio. Desde entonces, él estaba convencido de que Joelle lo había hecho a propósito. A ella le desconcertaba su profunda animosidad, por más que creyera que lo había d**gado. Después de todo, habían crecido juntos. Pero ahora lo entendía todo. Para él, ella no era más que la nefasta mujer que había saboteado su relación con Rebecca. A menudo pensaba en lo perfecto que él se veía en los videos de Rebecca, siempre tan gentil y atento. Probablemente nunca le mostraría esa misma ternura. No pudo contener más las lágrimas y sucumbió a un ataque de sollozos. Esa noche no pudo dormir bien. Tuvo sueños sobre el pasado, cuando ella y Adrian no estaban en malos términos. Debido a su angustia, Joelle se levantó inusualmente temprano. Después de lavarse, se puso ropa de casa y bajó las escaleras. Leah Jenkins, la empleada doméstica con muchos años de servicio, la vio bajar y rápidamente puso la mesa con el desayuno, ya que conocía sus preferencias dietéticas. Joelle se tomó su tiempo para comer lentamente. "Señora Miller, ¿por qué anoche no convenció a su esposo para que se quedara? No viene a casa a menudo", comentó Leah con simpatía. Había sido sirvienta de la familia Miller durante muchos años, por lo que había visto cómo los dos se convertían de amigos de la infancia a enemigos. Joelle se mostró incómoda, pero lo ocultó con una sonrisa serena. "Lo intenté, pero no quiso quedarse". Incluso si pudiera mantener a Adrian cerca, él tenía el corazón en otra parte. Más concretamente, en Villas Oak, el hogar de la mujer que realmente amaba. Leah dudó y agregó con cautela: "Tal vez sea porque el señor Miller está muy ocupado con la empresa. Dirigir una compañía tan grande requiere mucho tiempo". Tres años atrás, le habían reasignado para cuidar de Joelle, así que entendía los entresijos de ese matrimonio mejor que nadie. Su perspicacia trajo consigo una sincera simpatía hacia ella. Las pestañas de Joelle temblaron mientras mordisqueaba su tostada. Sus ojos se llenaron de lágrimas debido a la tensión emocional. Sí, Adrian estaba muy ocupado, pero siempre tenía tiempo para Rebecca. Frecuentaba la Iglesia Redención en busca de un amuleto de bendición para ella. A pesar de su apretada agenda, siempre pasaba las vacaciones con ella. De repente, su celular rompió el silencio. Cuando Leah salió del comedor, Joelle agarró el dispositivo y vio que era una llamada de su mejor amiga, Katherine Nash. "Katherine, quiero el divorcio", confesó con voz ronca. Capítulo 2 En declive No tenía sentido seguir alargándolo. Tras un silencio atónito, Katherine soltó una estridente carcajada. "¿Te quedarás con la mitad de los bienes de Adrian? ¡Oh, por Dios! ¡Joelle, te convertirás en una multimillonaria!". "No, no será así". Joelle había firmado un acuerdo cuando se casó con Adrian. Si se divorciaban, ella no recibiría nada. "Entonces, ¿por qué te estás divorciando? ¡Tienes que seguir siendo su esposa!". Joelle recordó la brutalidad de Adrian la noche anterior, así como la humillación posterior. Había sido muy ingenua al creer que su amor por él la ayudaría a soportar cualquier dificultad. Pero ahora sabía que había sido una completa tonta. ¿El sufrimiento hacía que Adrian la amara más? Claro que no. Para empezar, un hombre que realmente la amara nunca le haría sufrir. Joelle se rio de sí misma y cambió de tema: "Por cierto, ¿recuerdas el favor que te pedí?". "Sí, justo te iba a contar eso. Me pediste que estuviera atenta a un trabajo, y tengo algo para ti. Vas a enseñar a un estudiante a tocar el violín, aunque debo decir que será un desperdicio de tu talento". "Está bien", respondió Joelle con una leve sonrisa. "No será un desperdicio en absoluto. Llevo tres años siendo ama de casa. Es suficiente con que alguien quiera contratarme". "¿Cómo que no será un desperdicio? Casi formaste parte de una orquesta internacional. Si no fuera por el matrimonio…". Katherine se quedó en silencio, demasiado indignada por su amiga. Después de su boda, a Joelle ni siquiera le permitieron trabajar. Las familias adineradas se aferraban a esas reglas obsoletas. Era bastante ridículo. Hacía tres años, la carrera de Joelle como violinista despegaba. Pero las estrictas tradiciones de la familia Miller le prohibían tocar en público. El primer día de su matrimonio, la madre de Adrian le dijo: "No tienes que trabajar. Adrian te proveerá en todo lo que necesites. Tu único trabajo es tener bebés y cuidar a tu esposo". Una vez que terminó su llamada con Katherine, Joelle subió las escaleras y fue al estudio para agarrar su violín abandonado. Había sido un regalo especial de su padre en su decimoctavo cumpleaños. No obstante, poco después de recibirlo, este sufrió un derrame cerebral y cayó en coma. Su hermano mayor terminó asumiendo la responsabilidad de sustentar a la familia, así que la dejó perseguir su sueño de tocar el violín. Mientras recordaba el pasado, Joelle movió el arco sobre las cuerdas. Años atrás, un accidente le había lesionado la muñeca y desde entonces no había vuelto a tocar. A pesar del dolor agudo que sentía en esa zona mientras tocaba, no se detuvo y confió en su memoria muscular para tocar una pieza corta. Al final, soltó una risa amarga. Sonaba horrible. De repente, escuchó la alegre voz de Leah en la puerta. "¡Señor, ha regresado!". Estaba secretamente aliviada de ver a Adrian, ya que eso tal vez significaba que todavía se preocupaba por Joelle. Quizás si ella le decía algo amable, su relación podría mejorar. Por su parte, Joelle estaba sorprendida. Adrian rara vez venía a casa durante el día. Apenas había dejado el violín cuando se abrió la puerta. Ahí estaba la alta e imponente figura de su esposo. Sus ojos la recorrieron con el ceño fruncido. Recordaba que Joelle había aprendido a tocar el violín cuando era niña y que un reconocido profesor la había elogiado por su talento. Sin embargo, por alguna razón, había dejado de tocar. Hacía un momento, la había escuchado desde afuera y le pareció una interpretación mediocre. ¿Cómo era posible que la elogiara por su talento? Joelle lo miró y bajó la cabeza para volver a guardar el violín en su estuche. "¿Qué te trae por aquí?", murmuró. "¿Necesitas algo?". "Vine a recoger algo y recordarte que mañana tenemos que visitar a la abuela", respondió él fríamente. Era una regla familia visitar a su abuela al menos una vez al mes, y mañana era el día. De no ser por esa obligación, Adrian no habría regresado. Irene se enfadaría si no iban juntos. Joelle sonrió con amargura. Recordaba las normas de los Miller mejor que Adrian y siempre las cumplía. Ni siquiera Irene, tan estricta como siempre, podía encontrarle defectos. "No lo he olvidado, me alegra que tú tampoco lo hayas hecho", respondió. Su tono acusatorio hizo que Adrian pusiera una mueca. Una ira latente empezó a hervir dentro de él. Sin decir nada más, se dirigió al vestidor para buscar algo. Aunque él no solía estar en casa, Joelle aseaba meticulosamente su guardarropa, por lo que tenía la ropa lavada, planchada y ordenada. Era como si su papel se redujera a realizar las tareas del hogar, algo que Leah también podía hacer. Su única ventaja, tal vez, era ser más joven y más guapa que Leah. Sus ojos siguieron los movimientos de Adrian. Tenía el dedo anular desnudo, sin el anillo de bodas. Una punzada de dolor le atravesó el corazón. "Adrian, hay que divorciarnos", declaró con una voz tan suave como la brisa. Había agotado todas sus fuerzas al pronunciar esas palabras, pero se sintió extrañamente aliviada. Adrian se dio la vuelta y la miró con una sonrisa burlona. "Tienes que pensar muy bien antes de hablar. La familia Watson está en declive. Sin mi apoyo, ¿vas a dormir en la calle con tu hermano?". Desde la caída de la familia Watson, Joelle pasó de ser amada a quedar en ridículo. La familia Miller la despreciaba y la miraba por encima del hombro, como si ella y su hermano fueran sanguijuelas de las que no podían librarse. Incluso sus momentos íntimos con Adrian la hacían sentir degradada. Joelle se mordió el labio y se enderezó. "Ya he alquilado un apartamento. Incluso si terminara durmiendo en la calle, es asunto mío". Solo quería que su esposo la respetara, pero tres años de cautiverio la habían dejado sin orgullo ni dignidad. "¿Y de dónde sacaste el dinero para alquilar un apartamento? Si tanto querías ser independiente, no deberías haber gastado ni un solo centavo de mi familia". De espaldas a ella, Adrian encontró entre unos muebles el anillo de bodas perdido y lo sostuvo en la palma de su mano. Joelle no se dio cuenta. Las palabras de ese hombre la dejaron sin aliento. Sí, había utilizado sus escasos ahorros para alquilar el apartamento. Pero como estaba casada con Adrian, ¿lo que era suyo no era también de él? Además, el apoyo financiero que Adrian les había dado a los Watson durante todos esos años ascendía a una suma significativa. Joelle siempre había despreciado la idea de deberle algo, pero su deuda con él era infinita. Si se divorciaban, tal vez dejaría de darle apoyo financiero a la familia Watson. ¿Estaba sugiriendo que ella debía salir del matrimonio con las manos vacías? Cuando Adrian se dio la vuelta para irse, Joelle dijo con una dignidad apenas intacta: "Tengo derecho legítimo a este matrimonio y a reclamar lo que supuestamente es mío. Pero no te preocupes, no pediré mucho, solo lo suficiente para ayudar al Grupo Watson a superar esta crisis". Adrian se quedó paralizado y su mirada se agudizó. Sus labios formaron una fina línea mientras apretaba la mandíbula. Eran claras señales de su creciente furia. Aunque Joelle ya se había preparado mentalmente, no podía soportar su intensidad. Cada segundo bajo su mirada severa la ponía más ansiosa. De repente, sonó el celular de Adrian, quien lo sacó de su bolsillo y estuvo a punto de alejarse. "¡Adrian!". Capítulo 3 Siempre mantendré la cabeza en alto "¡No se trata de eso!", replicó Joelle. La había malinterpretado por completo. Con el corazón latiendo con urgencia, corrió tras él. "¡Adrian, quiero el divorcio!". Adrian dejó de subir las escaleras y giró la cabeza. El celular en su mano había dejado de sonar. Con un metro noventa de altura, se alzaba sobre ella. "Joelle, ¿no se te ocurre un mejor juego que este interminable tira y afloja?", preguntó burlonamente con una mirada gélida. "Si de verdad quieres divorciarte, ¿por qué no se lo dices tú misma a la abuela? ¡No quiero volver a escucharte pronunciar esa palabra!". La puerta se cerró de golpe detrás de él, haciendo eco a su irrevocable decisión. Joelle se apoyó contra la pared y sus piernas cedieron hasta que se deslizó al suelo. Una risa amarga emergió de sus labios. Irene había organizado su matrimonio. Adrian se había visto obligado a aceptar, y Joelle lo sabía muy bien. Si de verdad quería el divorcio, lo más efectivo sería hablar con Irene. Sin embargo, una pequeña y estúpida parte de ella se había aferrado a la esperanza de que ella y Adrian eran una verdadera pareja. Por eso se lo había mencionado primero a él, porque lo veía como su esposo. Sin embargo, olvidó un detalle crucial: Adrian nunca había querido casarse con ella. Su reticencia había sido evidente desde el principio, aunque ella había intentado pasarla por alto. Sus últimas palabras no solo fueron despectivas, sino una orden. Si de verdad quería el divorcio, debería enfrentarse a Irene. Joelle se dio una ducha, se puso ropa limpia y se preparó para visitar a la anciana. Irene era estricta, autoritaria y temida por toda la familia. Gobernaba con puño de hierro y no toleraba la desobediencia. Pero Joelle tenía un vínculo muy especial con ella. En parte, había aceptado casarse con Adrian para cumplir las expectativas de Irene. Quería cuidar de Adrian, construir un hogar y asegurarse de que la anciana falleciera sin remordimientos. Pero ahora ya no aguantaba más. Ver a Adrian tan preocupado por otra mujer le llenaba de una amargura que parecía consumirla. Era consciente de que él no la amaba. ¡Nunca lo hizo y nunca lo haría! Estaba a punto de irse cuando sonó su celular. Era su hermano, Shawn Watson. "¿Shawn? ¿Qué ocurre?". "¡Señora Miller!". Era el asistente de Shawn. Su voz sonaba muy asustada, algo que Joelle nunca había escuchado. Se le heló la s**gre y agarró el celular con más fuerza mientras permanecía en la escalera. "¿Dónde está mi hermano? ¿Qué le pasó?". "Anoche el señor Watson asistió a una reunión de negocios, donde lo presionaron para que b*iera. Supuestamente volvería a casa, pero Erick Lloyd insistió en llevarlo a unas aguas termales". Joelle se quedó congelada y la furia recorrió sus venas. "¿Erick no sabía que eso podría matarlo?". "¡Erick es un s**vergüenza! Se jacta de su poder desde que su padre y su hermano se volvieron chóferes de la familia Miller. ¡Señora Miller, tiene que venir rápido! El señor Watson está siendo operado y los médicos han emitido dos avisos de condición crítica. ¡No pude aguantar más, así que la llamé!". El asistente parecía estar al borde de las lágrimas. Joelle sabía que él no se habría puesto en contacto con ella a menos que la situación fuera bastante desesperada. Shawn siempre la había protegido de las malas noticias, sin importar lo sombrías que fueran las circunstancias. Si su asistente estaba tan conmocionado, la vida de su hermano debía estar en peligro. Joelle sintió como si el mundo se cerrara a su alrededor y un nudo se formó en su garganta. Al bajar del último escalón, tropezó y se cayó con fuerza, torciéndose bruscamente el tobillo. El dolor abrasador la devolvió a la realidad y las lágrimas brotaron de sus ojos. "¡Oh, no, señora Miller, tenga más cuidado cuando camina!". Leah corrió a ayudarla a levantarse. Joelle agarró el brazo de Leah con la visión borrosa a causa de las lágrimas. Intentó hablar, pero las palabras le salían entrecortadas porque estaba sollozando. "Mi hermano... ¡Tengo que ir al hospital para verlo!". Leah sintió su urgencia y respondió sin dudar: "De acuerdo, no se preocupe. ¡Le pediré al conductor que la lleve de inmediato!". Leah era una criada experimentada y confiable que llevaba años al servicio de la familia Miller. Cinco minutos después, el auto ya estaba aparcado delante de la villa. Joelle estaba a punto de subir cuando se volvió hacia Leah. "Por favor, no se lo cuentes a Irene. No quiero preocuparla". El corazón de la criada se ablandó. Incluso con el rostro pálido y surcado de lágrimas, Joelle se preocupaba por la salud de Irene. ¡Qué muchacha tan rara y extraordinaria! "No se preocupe, señora Miller. Yo sé qué hacer. Vaya a ver a su hermano". Cuando Joelle llegó al hospital, Shawn acababa de salir del quirófano. Al ver a su jefe conectado a tubos y cables, el asistente casi se desplomó. Joelle se acercó y lo encontró arrodillado contra la pared, con los ojos hundidos e inyectados en s**gre. Tuvo que contener el impulso de regañarlo por no haber protegido mejor a su hermano. Más tarde habría tiempo para eso. Cuando la condición de Shawn fue más estable, Joelle llevó al asistente a un lado. "Cuéntamelo todo. ¿Cómo ocurrió esto?". El asistente vaciló, con el rostro desencajado. "Señora Miller, el señor Watson nos ordenó específicamente que no la involucremos en los asuntos comerciales". "Pero esto es una cuestión de vida o muerte. ¿Piensas que todavía es una opción no decirme nada?". Ya sin paciencia, Joelle se dio la vuelta para alejarse. "Señora Miller, eso no sirve de nada", respondió el asistente desesperadamente. "Usted sabe que desde la muerte de su padre, el Grupo Watson ha dependido por completo de su hermano. Ha estado luchando para defender la dignidad de la familia, porque quiere que su vida con los Miller sea más llevadera". Durante esos años, Shawn había luchado valientemente para mantener a la familia a flote. No obstante, sin el apoyo financiero de Adrian, sus esfuerzos se habrían desvanecido hacía mucho tiempo. Su deseo más profundo era que su hermana viviera cómodamente, pero a pesar de sus incansables esfuerzos, nunca pudo hacerle ganar el respeto que merecía por parte de su esposo. No importaba lo mucho que se sacrificara, ella seguiría siendo infravalorada en la familia Miller. Joelle estaba hirviendo de rabia, pero sabía que no podía cambiar su realidad. Entonces, inspiró profundamente y preguntó: "¿No mencionaron mi relación con Adrian?" Esperaba que alinearse con los Miller pudiera ayudar a Shawn a mantenerse firme en sus actividades sociales. "El señor Watson se niega a tocar ese tema, pues teme que eso le haga las cosas más difíciles a usted". Joelle soltó una risa amarga. Jamás había estado en igualdad de condiciones con Adrian. No le extrañaba que la despreciara, ya que apenas podía soportarse a sí misma. Solo hacía una hora que le había pedido el divorcio. Y ahora se aferraba al nombre de su esposo, desesperada por facilitarle la vida a su hermano. "Dile a Shawn que soy la esposa de Adrian Miller, Irene me eligió personalmente. ¡Mientras sea la señora Miller, mantendré la cabeza en alto dentro de la familia!". De repente, escucharon unos pasos detrás de ella. Joelle se dio la vuelta y vio a Adrian, que tenía una sonrisa fría en su rostro. A su lado, se encontraba una muchacha de aspecto frágil, con grandes ojos inocentes, aferrada a él. Adrian la miraba desdeñosamente, como si incluso le costara reconocer su presencia. Ya se había dado cuenta de que ella realmente no quería el divorcio. La mujer que había parecido tan decidida a irse, ahora estaba haciendo alarde de su título como la señora Miller. Su amenaza de divorcio no había sido más que una estrategia, como una pelea de amantes que terminaba en amenazas vacías. Era tan astuta que lo había d**gado para obligarlo a casarse. Con tácticas tan engañosas, ¿cómo podría irse tan fácilmente? Su matrimonio eran un salvavidas para las dificultades de su familia. Adrian le daba cien millones cada año al Grupo Watson. Joelle sería una tonta si se arriesgaba a perderlo divorciándose de él. Capítulo 4 Por fin se dio cuenta Observó sin decir nada los brazos entrelazados de la pareja y recordó los dulces momentos capturados en los videos de Rebecca, que provocaban la envidia de mucha gente. ¡Qué pareja tan perfecta! Ese pensamiento la golpeó. "¡Joelle, por favor, no nos malinterpretes!", dijo Rebecca con urgencia mientras retiraba su mano del brazo de Adrian. "No me siento bien y no puedo caminar, así que Adie simplemente tuvo la amabilidad de sostenerme". Joelle esbozó una leve sonrisa. "¿Qué te trae al hospital?", preguntó mirando a Adrian, como si no hubiera escuchado la explicación de Rebecca. "Es por Erick", dijo Rebecca, con las manos entrelazadas como una niña arrepentida. "También vine a pedirte perdón, Joelle. Lamento que Erick haya sido tan descuidado para provocar que tu hermano terminara en el hospital". "¿Descuidado?", replicó ella. "Tu hermano casi m*ta al mío, ¿y crees que una disculpa bastará para arreglarlo?". Rebecca se estremeció y agarró la manga de Adrian en busca de apoyo. "Ya es suficiente, Joelle", respondió él con una voz tan gélida como el invierno. "No fue a propósito". Luego, se volvió hacia Rebecca y agregó suavemente: "Vamos, ¿no viniste para ver a Erick?". Fue entonces cuando Joelle lo entendió todo. Había esperado ingenuamente que Adrian viniera para ver a Shawn. Pero no, había venido con Rebecca para ver a Erick. Incluso si visitara a Shawn, sería por obligación, nada más. Pero sabía que no debía esperar que él la defendiera. "¡Rebecca, no olvidaré lo que hizo Erick!", espetó. Rebecca dobló las piernas y se desplomó sobre el pecho de Adrian, quien la atrapó justo a tiempo y la abrazó con fuerza. "Joelle, Erick no tenía malas intenciones. ¡También está en el hospital!". "¿Ya está muerto? ¡Si no, tendrá que pagar por lo que hizo!". Joelle no solía arremeter, pero esta vez era diferente. Shawn era la única familia que le quedaba. Su padre, incapacitado por un derrame cerebral, se encontraba en estado vegetativo con poca o ninguna esperanza de recuperación, y su madre había fallecido en un accidente de tráfico. Desde los dieciocho años, habían sido solo ella y Shawn, enfrentándose juntos a las dificultades del mundo. En sus momentos más oscuros, Shawn llevó sola la carga para dejar que Joelle persiguiera su pasión por el violín. Ahora la idea de perderlo también a él era insoportable. Su único deseo era que Erick muriera. "Joelle, ¿cómo puedes decir eso?", sollozó Rebecca con incredulidad. Ya sin paciencia, Adrian fijó su fría mirada en Joelle. "¿Qué deseas?". "Shawn recibió dos avisos de condición crítica. ¿Qué hay de Erick?". Rebecca jadeó, su frágil cuerpo estaba temblando como una hoja en el viento. "¡Joelle, por favor! Solo me queda un hermano. ¡Por favor, ten compasión!". Se desmayó antes de que la otra mujer pudiera responder. Adrian la levantó en sus brazos y le dio una última mirada de reproche a Joelle. Luego, se alejó y la dejó clavada en el mismo lugar, incapaz de moverse o incluso de pensar, lo que pareció una eternidad. Antes de su matrimonio, había sido una chica adinerada, pero luego se convirtió en la sirvienta de Adrian. Ahora se daba cuenta de lo ingenua que había sido. Ella solía ser una persona muy orgullosa, pero ahora soporta todo tipo de agravios sólo para complacer a su marido. ¡Qué patético! Han pasado tres años, es hora de divorciarnos y comenzar una nueva vida... ...... ¿Qué sucederá en adelante? 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